EN Collioure (Francia), hace ahora setenta y cinco años, murió fatalmente y pergeñando su último verso (“Estos días azules y este sol de la infancia …”) el poeta de España Antonio Machado. Valgan estas líneas, y las esbozadas por su amigo Rubén Darío, como homenaje y recuerdo:
Misterioso y silencioso
Su mirada era tan profunda
que apenas se podía ver.
Cuando hablaba tenía un dejo
de timidez y de altivez.
Y la luz de sus pensamientos
casi siempre se veía arder.
Era luminoso y profundo
como era hombre de buena fe.
Fuera pastor de mil leones
y de corderos a la vez.
Conduciría tempestades
o traería un panal de miel.
Las maravillas de la vida
y del amor y del placer,
cantaba en versos profundos
cuyo secreto era de él.
Montado en un raro Pegaso,
un día al imposible se fue.
Ruego por Antonio a mis dioses,
ellos le salven siempre. Amén.
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