Cuenta la Biblia que después del gran Diluvio a los tres hijos de Noé les nacieron numerosos vástagos y a éstos, a su vez, muchos otros. En aquel tiempo mítico la humanidad no tenía más que un solo lenguaje y unos mismos vocablos. Los descendientes partieron en busca de otras tierras y encontraron una feraz vega donde decidieron instalarse y edificar una ciudad con una torre suprema que llegase al cielo y que les hiciera célebres. Fue tal su soberbia, que su Dios decidió castigarlos confundiendo su lengua de modo que no pudieran entenderse, por lo que se vieron obligados a dejar la obra emprendida y dispersarse para subsistir. La torre de Babel también se llamó torre de la Confusión. La moraleja de este episodio es que sólo con la comunicación veraz, la unión sincera y el entendimiento abierto en todas las cuestiones que puedan suscitarse es posible el compromiso, la convivencia y la prosperidad.
Hubo un tiempo durante el cual, los políticos, aun ejerciendo una función flexible, circunstancial y volátil, procuraban cumplir, en la medida de sus posibilidades, los compromisos adquiridos en su programa, con una imagen de veracidad cierta en sus palabras y, sin duda, con su mayor expresión de honestidad y talla cultural y humana. Hoy, este planteamiento positivista se ha transformado en una vorágine destartalada, donde proliferan el oportunismo, la falacia descarada y, si cabe, la depravación camuflada, a veces resuelta con un "mea culpa" sin consecuencias.
Nos encontramos pues en un mundo, casi de Babel, donde las desavenencias comunicativas entre unos y otros nos están llevando al limite del individualismo social y al estado de muchedumbres incomunicadas. Esperemos que pronto, los políticos y dirigentes recapaciten, frenen su deriva y estimulen sinergias constructivas, plenas de empatía (En la figura, La Torre de Babel, pintura al óleo sobre lienzo de Pieter Brueghel, el Viejo).
vie
01
ene
2021
Termina el año 2020 y aún no hemos salido de la triste situación que nos acongoja. Parece, sin embargo, que se atisba algo de luz al fondo del túnel: vacunas y propósitos de enmienda. Tenemos, por supuesto, que portarnos bien, ser obedientes para con las indicaciones de nuestros políticos gestores y actuar con prudencia, evitando el acoso de Doña Estulticia. Haciendo de tripas corazón, debemos aislar lo más posible a nuestros mayores(por su bien), evitar el intercambio directo de cariño con nuestros seres queridos (por nuestro bien), fomentar una mínima socialización con nuestros allegados (por el bien de todos), abandonar nuestro afán de movilidad geográfica y temporal (imprescindible el estancamiento forzado de los ciudadanos) y olvidar (hasta nuevo aviso) nuestra comunión con la Naturaleza y la Sociedad (para bien de nosotros y de los demás). Amén de ser limpios (asepsia permanente) y portar una conveniente máscara protectora. Todo esto nos acompañará durante un tiempo, nada preciso, y pese a que hayamos promovido (de la noche a la mañana) ingentes cantidades de vacunas, casi sin tiempo (al parecer) de comprender el comportamiento y naturaleza del virus. ¿Recuerdan el relato de H. G. Wells, “La guerra de los mundos”? Parecía que todo estaba perdido para la humanidad y los invasores todopoderosos tuvieron que infectarse con un virus dañino. Pues ahora nos ha ocurrido lo mismo, pero al revés: la Naturaleza estaba perdida con nuestro natural desafuero y prepotencia, y tuvimos que agarrar el virus. Un virus que acabará por cambiar nuestra vida y costumbres. Es una pena que no aprendamos casi nunca. Quizás la causa radique en la estulticia crónica que padecemos. Llega pues 2021 con su vacuna ¡Cantemos a la esperanza! ¡Cantemos a la alegría! Recordemos en este momento el 250 aniversario del nacimiento de Beethoven ¡Es el momento de oír en su honor la Novena Sinfonía y su canto a la alegría!
mar
01
dic
2020
LLEGA diciembre y con él una nueva esperanza de vida: 2021. La posibilidad de una vacuna, protectora, que no remedio, nos hace ver a este año futuro todavía como el inicio de un nuevo trayecto, más esperanzador, en nuestra vida, libre de la pandemia y en el que quizás recuperemos el tiempo perdido, las ilusiones truncadas y nuestras mejores costumbres, que tuvimos la necesidad de abandonar. No así, por desgracia, a muchos mayores, conocidos, amistades y familiares que nos abandonaron forzadamente, sin eximición y muy en contra de su voluntad. 2020 ha sido un año en el que hemos podido comprobar, sin alguna duda, lo efímera y frágil que es nuestra especie ante cualquier mínimo ataque del medio en el que vivimos. Hemos aprendido que no hay que olvidar nunca nuestra exigua condición ante una Naturaleza que nos rodea y permanece siempre poderosa y activa. Pensábamos, todo poderosos, que habíamos ganado la batalla y que ya sólo quedaba, con tranquilidad y sin prisas, que nos concienciáramos, sin modificar nuestro ritmo de crecimiento, para atenuar el impacto ya perceptible en el medio ambiente que nos da cobijo. Altivos y arrogantes, abandonamos nuestra preocupación por mantener el cultivo cultural y la afirmación de la ciencia madre, que siempre fueron nuestra histórica tabla de salvación ante las eventuales adversidades, siempre presentes, del mundo natural. Dedicamos nuestro tiempo a enfrentar pareceres e intereses, poder y dominio, futilidades y estulticia, sustrayendo nuestra atención de lo que verdaderamente interesa. Pero en 2020 surgió el problema del virus, ser minúsculo aunque nocivo, y aquí nos vemos, desconcertados e indefensos, desorganizados y aturdidos, casi en desbandada. Esperemos que el nuevo año de esperanza, 2021, nos sea leve y hayamos memorizado la lección. ¡Suerte a todos!
mar
03
nov
2020
Dos cosas llenan el ánimo de admiración y respeto, siempre nuevos y crecientes cuanto más reiterada y persistentemente se ocupa de ellas la reflexión: el cielo estrellado que está sobre mí y la ley moral que hay en mí. Son cosas ambas que no debo buscar fuera de mi círculo visual y limitarme a conjeturarlas como si estuvieran envueltas en tinieblas o se hallaran en lo trascendente; las veo ante mí y las enlazo directamente con la conciencia de mi existencia. La primera arranca del sitio que yo ocupo en el mundo sensible externo, y ensancha el enlace en que yo estoy hacia lo inmensamente grande con mundos y más mundos y sistemas de sistemas, y además su principio y duración hacia los tiempos ilimitados de su movimiento periódico.
La segunda arranca de mi yo invisible, de mi personalidad y me expone en un mundo que tiene verdadera infinidad, pero sólo es captable por el entendimiento, y con el cual (y, en consecuencia, al mismo tiempo también con todos los demás mundos visibles) me reconozco enlazado no de modo puramente contingente como aquél, sino universal y necesario. La primera visión de una innumerable multitud de mundos aniquila, por así decir, mi importancia como siendo criatura animal que debe devolver al planeta (sólo un punto en el universo) la materia de donde salió después de haber estado provisto por breve tiempo de energía vital (no se sabe cómo). La segunda, en cambio, eleva mi valor como inteligencia infinitamente, en virtud de mi personalidad, en la cual la ley moral me revela una vida independiente de la animalidad y aun de todo el mundo sensible, por lo menos en la medida en que pueda inferirse de la destinación finalista de mi existencia en virtud de esta ley, destinación que no está limitada a las condiciones y límites de esta vida.
Immanuel Kant, Conclusión en La Crítica de la razón práctica (1787) Son palabras inmensas, que rebotan en nuestro entendimiento, dándonos energía y valor para superar con esperanza la pérfida situación en la que hoy sobrevive el mundo humano: lugares comunes plenos de dramatismo, dolor y mediocridad. ¡Mejor ocasión no hay para el idealismo religioso! ¡Salvaguardemos la razón y los valores éticos!
jue
01
oct
2020
Parecía que nuestro mundo evolucionaba hacia las más altas cotas de solidez, que los sistemas democráticos se autoafirmaban y consolidaban, que el ruido y la descomposición cultural se reducían progresivamente y que el orden social progresaba, disminuyendo con evidencias el cúmulo de patologías que, crónicamente, han caracterizado el devenir histórico de nuestra especie. Había señales que evidenciaban la intensificación de la empatía entre las diversas sociedades y los colectivos que pueblan nuestro planeta (posiblemente el único en el Universo) y que podríamos anticipar objetivamente un horizonte de concordia, en colectividad y gran sintonía.
Pero, de pronto, casi de la noche a la mañana, nos vimos invadidos por una ola (muchedumbre) de mediocridad (política, económica, religiosa), descompensación y reemplazo de unos valores asentados por otros inestables. Nuestra democracia, tan costosamente construida, casi perdió significado y funciones, pasando a ser el sistema de convivencia menos malo pero el, posiblemente, más contaminado por la mentira y la corrupción.
En esto estábamos y nos invadió la pandemia de la covid-19. Un acontecimiento que nos cogió por sorpresa y sin protección: desprevenidos. Para atajar sus efectos (nunca imaginados) hemos optado por una huida hacia el individualismo; es decir, potenciando la tendencia a pensar y actuar conforme a los criterios propios de cada sujeto (como único responsable), con total independencia de las determinaciones sociales, externas a su persona. En definitiva, defendiendo la dignidad moral del individuo, es decir, de la persona singular, en relación con el contexto social que, de alguna manera, lo puede presionar. Lo cual lleva, inevitablemente, al individualismo más radical, que hace a los sujetos pensar y actuar en función no solo de sus propios intereses, sino de los placeres personales y la autosatisfacción. Dicho de otro modo, a la conjunción del egoísmo, el narcisismo, el hedonismo y el consumismo. Tratándose así de un modo precario de vivir, que deshumaniza a las personas.
mar
01
sep
2020
INICIAMOS este curso maltrechos por la pandemia y recordando cálidamente a los que se fueron, muy a su pesar, y a los que batallaron en vanguardia para que aquellos no nos dejaran antes de tiempo; aún manteniendo la firme esperanza de que con nuestro esfuerzo y voluntaria disposición podremos y sabremos sostener el hálito cultural amigable que hubieran deseado en su presencia.
Con las restricciones que impone, todavía, el global drama, intentaremos retomar las actividades propias de esta casa de cultura, que es el Ateneo de Badajoz, sabiendo que su dinámica natural (conferencias, charlas, coloquios, debates, seminarios, etc.) ha de permanecer siempre intacta y, si cabe ahora, de forma más intensa y selecta, en los temas que interesan a nuestra sociedad hoy.
Por ello, sed bienvenidos al Ateneo de Badajoz que, el próximo mes de septiembre de 2020, comienza nuevamente a rodar.
mar
24
mar
2020
La primavera llega sin prisa a mi ventana,
con su sonrisa azul, con brillos de esmeralda.
Y yo me asomo a ella en la quietud, callada,
con palidez de muerta, con mis alas quemadas.
Hay silencio en las calles, en calma, vaciadas.
¿Dónde están los vecinos que ayer alborotaban?
¿Dónde quedan las risas? ¿Los juegos, la algazara?
Ya no se ven los niños de paso presuroso
camino del colegio con brillo en la mirada,
cual tiernos pajarillos transportando esperanzas.
Me aquieto en el silencio, escucho a la mañana,
si acaso un leve trino, un piar con desgana.
Me esfuerzo, y sí, diviso, revuelos de alas blancas
en la hondura del pino enfrente a mi ventana.
Respiro y olfateo la brisa que me abraza
y lame las heridas de mi desierta casa.
Un día más, me reafirmo, para seguir viviendo,
para ver lo que pasa, sostenida en los rezos
que contienen el miedo, que alivian la nostalgia.
Un día menos, me digo, que me acerca a la vida
prendida en tu mirada, a los días sin fronteras,
al caminar con calma. Al beso y al abrazo
de amigos y familia que siento tanto en falta.
Al cálido refugio que brinda la palabra
Enfrente de la mía hay ventanas con alma,
con risas y con sueños y no puedo alcanzarlas.
Brilla el sol y en el cielo hay racimos de nubes
con signos comprensibles de amor y de esperanza:
<<Volverán los abrazos, ten fortaleza, aguanta…
Te encontrarás a salvo si te quedas en casa>>
Chari Llanos Pineda. (Derechos reservados)
(23 de marzo de 2020)
dom
01
mar
2020
El pez más viejo del río
de tanta sabiduría
como amontonó, vivía
brillantemente sombrío.
Y el agua le sonreía.
Tan sombrío llegó a estar
(nada del agua le divierte)
que después de meditar,
tomó el camino del mar,
es decir, el de la muerte.
Reíste tú junto al río,
niño solar. Y ese día
el pez más viejo del río
se quitó el aire sombrío.
Y el agua te sonreía.
(Miguel Hernández)
“En estos tiempos de incertidumbre y turbulencia, quizá nunca hayamos necesitado tanto del poder de la poesía para acercar a las mujeres y los hombres, para forjar nuevas formas de diálogo y para cultivar la creatividad que todas las sociedades necesitan hoy día. Este es el mensaje de la UNESCO en el Día Mundial de la Poesía”.
Irina Bokova, Directora General de la UNESCO, con motivo del Día Mundial de la Poesía, 21 de marzo de 2015
sáb
01
feb
2020
C ELEBRAMOS el 11 de este mes de febrero el Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia. Con el fin de lograr el acceso y la participación plena y equitativa en la Ciencia para las mujeres y las niñas, y además para lograr la igualdad de género y el empoderamiento de las mujeres y las niñas, la Asamblea General de las Naciones Unidas decidió proclamar el 11 de febrero como el Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia, en su resolución del 22 de diciembre de 2015. El motivo de esta celebración es la brecha de género que aún existe en el sector de la ciencia, la tecnología, las ingenierías y las matemáticas. Desafortunadamente las niñas y las mu-j eres se siguen enfrentando a barreras que les impiden participar plena-m ente en estas disciplinas.
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