ESPAÑA como propósito instrumental. El espectáculo político que presenciamos, los españoles de base, es que hay una élite dominante que, en general, persigue mantenerse a flote en el poder priorizando su propio beneficio y el de sus deudos y colegas. Forman una trama que destila mentiras (implícitas y explícitas, sin rubor) y que cosecha privilegios y lucro, sin que, al parecer, le importe mínimamente la afección y desgracia de otros. Esto no es nuevo, pues la historia está llena de multitud de ejemplos y versiones, con mayor o menor descaro e impiedad.
Con gran pesar vemos que nos ha tocado vivir una época de particular intensidad en estas cuestiones y que preconiza posteriores tiempos de dudoso perfil y final. Porque, en el marco de nuestra encriptada democracia y de la Europa ineficaz que nos lastra, ¿cómo podemos fiarnos nada de lo que suscriba una agrupación política teñida de corrupción grave y generalizada, que miente sin arrepentirse? ¿qué mínima fiabilidad nos merece? ¿quizás después de una refundación? ¿y esa otra, en declive monótono y acelerado, cuya desestructuración cada día que pasa percibimos con más nitidez, plagada de dirigentes con abundante ciencia parda pero de dudosa talla? ¿cómo podríamos confiar en agrupaciones, aún no bien conocidas ni plenamente estructuradas, con crecimiento eclosivo, producto, quizás, de emociones inducidas; o bien, preñadas de humos, cuyo origen y vinculaciones aún no están nada claras?
Amigos y amigas, ¡el espectáculo está servido! ¿Hasta cuándo lo sufriremos? ¿Qué podríamos hacer?
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