COMIENZA un nuevo año y aún no vemos un horizonte de armonía social. Nuestro país se encuentra sumido en un torbellino centrípeto y vertiginoso, que anuncia una implosión, ineludiblemente destructiva. Seguro que las causas no tienen origen en cualquier patología social o predestinación genética de nuestra colectividad, sino más bien en la ausencia de talla que domina los valores y comportamientos de la mayoría de nuestros gobernantes. Este no es un problema nuevo, pues la Historia de nuestra sociedad contiene múltiples ejemplos que lo evidencian sin matices. Además, tampoco es un problema que nos afecte única y especialmente. Muchos otros pueblos y sociedades también sufren esta desarmonía social. Y numerosos intelectuales han llamado a la reflexión y al sosiego. Un ejemplo. Lo que dice José Ingenieros en su bello libro "Las fuerzas morales".
"El patriotismo nacional se extiende al horizonte político. Mientras los pueblos de origen distinto se desenvuelvan en medios diferentes, existirán agrupaciones nacionales con características diversas, en lo ético y en lo mental. Esa heterogeneidad es conveniente para la armonía humana; el conjunto es beneficiado por la acentuación de los rasgos propios de cada una, en el sentido más adecuado a su medio. La tipificación nacional ensancha y perfecciona el primitivo amor al terruño, extendiéndolo al horizonte civil de la nación. Cuando pueblos heterogéneos se encuentran reunidos en un mismo Estado, los vínculos morales pueden faltar y la unidad es ficticia mientras hay subyugamiento. No existen ideales comunes a los opresores y a los oprimidos, a los parásitos y a los explotados. La autoridad no basta para imponer sentimientos a millones de hombres que cambian de nacionalidad cuando lo resuelve un consejo de diplomáticos o lo impone con su garra un conquistador. El sentimiento nacional, que florece en las uniones de pueblos afines, no concuerda forzosamente con el patriotismo político, encaminado a consagrar los resultados de la camándula o de la violencia. No es patriotismo el que de tiempo en tiempo chisporretea en adjetivos, sino el que trabaja de manera constante para la dicha o la gloria común"
En el nuevo año, cuidemos nuestra convivencia y elijamos con precisión y adecuadamente a nuestros políticos.